Monday, February 27, 2006

 

Las mujeres de mi vida-Parte I

El Día Internacional de la Mujer está a la vuelta de la esquina y me da por pensar que mi vida está llena de esas mujeres fajonas que no se amilanan ante nada ni nadie. Y sentí la necesidad imperiosa de hablar de ellas, las mujeres de mi vida.
La presencia más palpable es la de mi abuela Mercedes. Si cierro los ojos puedo verla con su vestido verde, hasta puedo oler su aroma de jabones Maja, cremas Avon y polvos españoles. Y si hago un esfuerzo mayor hasta puedo sentir sus dedos chatos y arrugados secándome las lágrimas. Ella no sabía leer ni escribir pero me hacía que le leyera mis composiciones para ver si estaban bien escritas. Ella me levantaba cada mañana desarropándome y prendiendo un viejo radio en WKAQ Radio para que oyera las noticias. Yo era su lectora de periódicos y por las noches discutíamos de política o algún otro suceso. Cada vez que íbamos a sus exámenes del cáncer me decía que cuando yo creciera iba a vivir en San Juan y que trabajaría en la televisión y le enviaría saludos en las mañanas y ella se pavonearía frente a sus amigas que tenía una nieta figura pública. No hay una sola vez en la cual pique cebollas y no recuerde cuando ella cocinaba y yo le robaba pedacitos de jamón y ella decía que había un ratón que le robaba las cosas que ya iba a ver el “rajiero” ese lo que le iba a pasar.
A mi abuela me la arrebató el Alzheimer primero y el cáncer después. Recuerdo el último día que la vi. Yo acababa de regresar de la maestría en Miami. Le había hecho prometerme que no se moriría mientras yo estuviera en Estados Unidos, que me daría tiempo a despedirme. Y allí estaba la mujer que lavaba pisos por horas, sumida en una cama. Sin sus vestidos, con ese olor espantoso a antiséptico y su estómago sumamente crecido por el tumor que le estaba chupando la vida. Me acerqué a su cama, le besé la frente, le toqué los dedos rugosos. La abracé muy fuerte, le dije que los lóbulos de sus orejas eran gigantescos tal como hacía cuando niña. El tiempo de la visita ya se acababa, me sequé las lágrimas una vez más con ella y le dije que la amaba y que se podía ir en paz. Entonces ella murmuró algo bien bajito. Acerqué mi oído a su boca y con mucho esfuerzo me dijo, “Dios te me bendiga mija y que la Virgen te me acompañe.”
Una semana después me levanté temprano. Era una mañana muy silenciosa y por equivocación en el supermercado terminé con una caja de maicena. La tomé en silencio y puse el radio en la emisora de boleros que escuchaba abuela. La maicena siempre me había quedado con grumos y por eso no la compraba. Saqué las yemas de los huevos y revolví la maicena sin parar. Entonces recordé que mi abuela siempre me hacía este desayuno y me repetía, “Nena, tienes que aprender a hacer maicena porque yo no voy a durarte toda la vida.” La maizena me quedó perfecta, los únicos grumos que se le hacían eran mis lágrimas que caían en el plato. Abuela Chede estuvo conmigo ese día en la cocina. Terminé de cocinar, planché mi blusa negra y me senté a esperar. Cuando el teléfono sonó ya yo sabía cuál era el mensaje.

Sunday, February 26, 2006

 

Domingo de fastnachts

Escribo con el estómago que me va a explotar. Si me hicieran una incisión en mi voluminosa panza sólo saldrían fastnachts, venado y rosbif. Los fastnachts son como unas donas que hacen los alemanes de Pennsylvania el domingo antes del miércoles de ceniza. En la compañía dónde trabajo hay muchos descendientes de alemanes y hay dos doñitas sesentonas que se pasan la vida horneando toda clase de galletas, bizcochos, “waffles”… name it¡ cualquier cosa que pueda confeccionarse con harina y levadura…ah no se me puede olvidar los “finger-jello” que es gelatina con cream cheese que puedes comer con tus dedos. Pues las viejitas han identificado mi verdadera identidad, conejillo de indias que come lo que le pongan enfrente y a cada rato me invitan a comer bizcochitos, galletitas y de verdad que se botan.
Fui invitada al ritual de los fastnachts, así terminé llena de harina. Me quemé un dedo friendo las donas y entonces me pasaron a cortar la masa con una copa. Entre freir y freir, se contaban anécdotas, engullían fastnachts con glaceado, hasta Moxy, un perro gordísimo que hay en esa casa lamía la harina del piso. La comilona fue pantagruélica, todos los vegetales que detesto, sabían tan ricos que me los comí. Frente a mi pusieron una bandeja con venado, que sabía delicioso. Y cuando terminaba mi plato me servían más y vengan las papas majadas con gravy, las batatas horneadas, la ensalada con gravy de tocineta, las zanahorias glaseadas, el maíz cultivado en casa. Que al final todos terminamos “empancinaos” y cuando ya me decía he sobrevivido, la dueña de la casa llegó con una gelatina extraña con piña y con el café, el glaceado, la miel y los benditos fastnachts. Comí fastnachts hasta casi dormirme de la hartera que tenía. Luego hicimos una línea de producción para limpiar la mesa y la cocina. Me tocó secar los cubiertos y los platos. Y pensé que la comilona une a las culturas, que somos panzones en todos los idiomas…Susie, la viejita que me invitó me preguntó si la estaba pasando bien, sonreí con esfuerzo pues apenas podía respirar y respondí. Yes, we eat like crazy too, I only miss the music and the noise.

 

The Mexican American Wall

A Sensebrenner y a King,
para que el muro que les ronda la sensibilidad se disuelva.


Hay un muro de vergüenza
como costurón de carnicero,
rajando los llanos de esperanzas.

Hay calaveras en el desierto,
buscan salir del sueño que se les convirtió en arena y sed.

Ahora les dicen que no pueden pasar,
que no los quieren,
que es un delito atreverse a correr el riesgo y pasar.

Pasar es lo importante,
pasar,
trabajar,
ganar,
traer a la abuela y al tamal,
a la esposa de los ponchos,
al sobrino ranchero,
al vecino plomero,
a la vieja que plancha,
a la chacha que limpia
al indígena que recoge hongos, melocotones, manzanas, peras,
al que limpia colillas de cigarillos, papeles de golosinas
de las aceras sucias,
de las amplias alamedas
por dónde pasan los Minuteman, los cabilderos y congresistas sin ensuciarse los pies.

Ahora les niegan la sacrosanta greencard.
Mientras Lupita se parte el lomo amasando pan,
Pancho liga cemento 10-12 horas sin parar,
para que Andrés vaya a la universidad.
Andrés se enlista en el Army Be All Can You Be para poder estudiar,
nunca pisa el college,
lo mandaron a Irak,
tres meses después regresa tieso en un cajón.
Be all can you be…if you survive.
Dan los tiros de duelo y la bandera doblá.
Tanto cruzar el Río Grande,
el desierto con la Migra en los talones.
Tanto nadar,
tirar,
sudar,
llorar,
sacrificar,
si aquí no nos quieren.

Ahora somos criminales,
indocumentados,
somos un lastre en la tierra del American Dream,
en la Land of the Free.

Friday, February 24, 2006

 
El discrimen y otros desvarios en el American Dream

Otro viernes más...no tengo nada que hacer, afuera está a 32 grados farenheit y el presupuesto sigue en rojo. Hace tiempo abrí este blog y nunca he escrito en él. Presumo que ya me llegó el momento...Realmente no tengo idea de que voy a escribir, si es que esto va a girar en torno a algún tema en específico. Lo llamé Mis bolas de pelos por varias razones. Primero, porque amo a las gatas. Me gustan más las gatas que los gatos. Y presumo que mis comentarios aquí serán algo así como bolas de pelos que iré vomitando de vez en cuando. Bueno la imagen no es la más agradable pero eso es. Son esas cosas que me voy tragando, tragando hasta que un día tengo que sacarlas. Ya veremos hacia dónde nos lleva esto.
Hoy recibí un chiste vía email de una amiga y era sobre esta dominicana que llama a su vecino para que la ayude a montar un rompecabezas de un supuesto tigre, el vecino boricua va y encuentra que no era un rompecabezas sino una caja de "corn flakes" que la dominicana confundió. El chiste no me dio gracias porque me pareció zenofóbico. Mi reacción fue un tanto nueva para mi misma porque a pesar de que siempre me he considerado muy pro derechos civiles no es hasta en los últimos tiempos que veo discrimen en partes que antes no lo veía . El estereotipo de Puerto Rico es que los dominicanos son brutos...y eso tal vez a muchos no los ofenda. Hace unas semanas fui a una galería de arte en la ciudad norteamericana dónde vivo. Me encontré con el alcalde. Hablamos de cosas de trabajo. Antes el alcalde había estado hablando con un par de viejitas y yo me fijé en la cartera de una de ellas, llena de tarjetas de membresías cívicas y tal. El alcalde y las viejitas se fueron y me tocó mi turno de ordenar. En el piso vi la cartera de la viejita. La tomé y empecé a buscar al alcalde y a las viejitas. Encontré al alcalde y le pregunté por las viejitas. Le dejé la cartera al alcalde en lo que buscaba a las viejitas por la galería. Por fin las encontré y el alcalde vino con la cartera. Las viejitas muy contentas con que el alcalde les había dado su cartera. El alcalde les aclaró que había sido yo. La dueña de la cartera me miró de arriba a abajo con el mayor desprecio del mundo y en su mirada pude leer que le parecía imposible, que yo, una hispana, le devolviera la cartera. No me dio las gracias, yo esbocé mi mejor sonrisa, le dije You are welcome and have a nice day. Me tragué decirle que "mire doñita, yo gano en una quincena lo que usted gana en un mes, no necesito robarle una cartera llena de tarjetas a una viejita"
Decir que todos los americanos nos discriminan sería caer en generalizaciones. Conozco norteamericanos que están muy conscientes de nuestra diversidad y nos respetan. También hay otros que se incomodan un poco cuándo están rodeados de hispanos hablando español y no entienden qué decimos. Así que hay de todo en este "melting pot" que es Estados Unidos. Para dar la puntada final, no podemos exigir respeto si nosotros apoyamos expresiones xenofóbicas, incluso esas que parecen tan inofensivas como un chiste del dominicano bruto.

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Awilda Ivette Castro
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