Saturday, October 28, 2006

 

Recuerdos invernales



Este invierno es el segundo que vivo. El anterior lo pasé sin computadora así que este es el primero en el cuál puedo quejarme a través de las redes cibernéticas. Hace un frío que te cagas. Y aún estamos en otoño, creo que esto no va a mejorar. Estamos a 35°F. La calefacción brega pero te seca hasta al alma. La nariz me sangra todas las mañanas. La piel la tengo cuarteada, no importa cuanta crema Nivea o de cocoa me ponga. Desvestirse es una prueba de valor muy preciada. Los vientos están en 35 millas por hora así que esas ráfagas te dejan como “pescao de frezzer” Los labios no pueden estar sin “chapstick.” Pero si me dan a escoger prefiero congelarme hasta el alma antes de que venga un “wintry mix” maldito.
Les cuento, el año pasado recién mudada un día anunciaron “wintry mix.” Mi jefe me dijo que me fuera a mi casa temprano por el clima. Yo me senté en mi apartamento, en el piso porque no tenía muebles y vi que estaba cayendo una lloviznita y me dije estos gringos sí que son pendejos y que preocuparse por este aguacerito. No era un aguacerito, era nieve mezclada con hielo, pero que iba a saber de hielo yo. Pues me dieron ganas de tomar Nesquik. Me puse un abriguito liviano y mis guantes, sin mucho embeleco pues la farmacia era al cruzar la calle. Voy caminando lo más contenta, pensando porque los conductores se veían tan estresados...y de repente toda mi humanidad se movió, vi en cámara lenta como mi brazo derecho chocaba contra el pavimento, me quedé por unos segundos viendo la copa de los árboles con las últimas hojas que quedaban del otoño. Sentí náuseas y mi brazo me latía. Un gringo lo más amable se bajó de su auto para ayudarme. Yo me levanté muy digna, le agradecí y seguí para la farmacia. Compré el Nesquik, me lo bebí junto con mis lágrimas. Sentía el brazo pesado, no podía moverlo. Regresé a mi casa. Le toqué la puerta a mi vecina, enfermera filipina, que me ayudó a quitarme el abrigo y con mucha paz me dijo que mi brazo parecía fracturado y debía ir al hospital inmediatamente.La miré, me puse el abrigo por encima y tomé las llaves de mi carro. Ella me persiguió hasta mi carro para disuadirme de que no podía conducir. Ya yo estaba bebiéndome las lágrimas porque intenté guíar y moví el brazo un poquito. El dolor me mataba y me hizo entrar en razón. Otra vecina, enfermera filipina que acababa de llegar de su turno, muy amablemente me llevó al hospital. En dos horas ya tenía mis placas y el brazo inmovilizado, igualito que en Puerto Rico.

Un brazo inmóvil para una editora capricornio es como maldecir un viernes santo. No importó cuánto le expliqué en español, por mi desesperación claro está, al doctor gringo que no podía hacerme eso, que al otro día tenía que tomar unas fotos para mis páginas centrales, que debía corregir más de 20 artículos para el lunes....no hubo forma. La vecina me regresó a mi casa. Esos días descubrí que no puedo vivir sin mi brazo derecho, todo era difícil. Pasé un día entero comiendo queso hasta que mi reportera me trajo todo un cargamento de Coca Cola y naturalmente, Nesquik. Sus papás vinieron a traerme comida. Bañarme era un lío. Imagínense, estaba sola todo el tiempo. Vestirme fue una odisea. Para esos días cayó la fiesta de Navidad de mi trabajo. El esposo de una de las artistas gráficos de otro de los periódicos terminó picándome la carne y la compañera me ayudaba a que las papas no se convirtieran en proyectiles. Cuando hace este tipo de frío, el dolor en mi codo me recuerda que en los próximos “wintry mix days” me quedaré en casa.

Comments:
todo lo que has pasado sola y con o sin brazo tu cabeza llena de palabras logra decir y escribir vivencias tan tuyas que tocan al que te siente en la pagina y se siente chiquitito al leerte...
 
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Awilda Ivette Castro
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